¡Buenos días loquita! Hoy me gustaría contarte la historia de cómo aprendí mecanografía. No es que sea una historia extraordinaria, pero tiene un poco de todo.
Para empezar, tengo que contarte cómo era mi máquina de escribir. Era una Olivetti Studio 46 de color azul chulísima. Aquí tienes una foto. La mía era exactamente igual:
Era una máquina cara, muy cara, pero nosotros la conseguimos gratis por los puntos de Domecq. Los puntos de Domecq no era más que una campaña de las Bodegas Domecq para recuperar los tapones de las botellas de vino fino La Ina. Cada tapón que guardabas valía un punto y había un catálogo de regalos que se canjeaban por un determinado número de puntos/tapones. Con decirte que mi bici, mi monopatín, la máquina de escribir y la Rosaura de mi hermana (la muñeca gigante que había antiguamente y que tenía unas coletas que se podían recoger, creo) los conseguimos por los puntos esos. Eso es lo que recuerdo, seguro que alguna cosa más había. Fíjate la cantidad de vino que vendía mi padre en aquella época en la tasca que tenía en pleno barrio de Santiago, el barrio gitano, cuna de casi todos los cantaores flamencos de Jerez. En Jerez se utiliza mucho la palabra "flamenco" en lugar de "gitano" y los gitanos en Jerez no suelen llamarnos "payos" sino "gachós". Estábamos hablando de finales de los 70, principios de los 80. En esa época todo varón Jerezano con más de 30 años consumía vino de Jerez diariamente (y más aún si era flamenco :-)) y el sherry se vendía masivamente por todo el mundo. Era el final de la época dorada de las Bodegas y se prolongó hasta casi finales de los 80, momento en el que el negocio del vino fue viniendo a menos.
La máquina la teníamos desde que era muy pequeño y se llevó varios años guardada hasta que mi madre decidió que ya tenía edad para aprender mecanografía. Se estuvo informando y le dijeron que en la Parroquia de Madre de Dios un cura daba clases de mecanografía siguiendo un método en el que te certificabas obteniendo tres diplomas. El primer diploma era nivel básico, el segundo nivel medio y el tercero nivel alto. Para obtener el segundo era imprescindible sacarse el primero y para acceder al tercero había que estar en posesión del segundo.
Con el primer diploma aprendías a adoptar la posición correcta, la colocación de las manos, memorizabas la situación de todas las letras, números y signos de puntuación, aprendías a escribir sin mirar al teclado, a hacer el salto de línea con el carro (mi máquina era metálica completamente y me encantaba el ruido cuando hacía el salto de línea justo después de que sonara la campanita que te avisaba de que estabas llegando al final de la línea)
Con el segundo diploma aprendías aspectos de presentación. Cómo hacer justificación centrada, a la derecha, ¡incluso completa! No los recuerdo pero había truquillos para hacer justificación completa con la máquina, poner más espacios de la cuenta y cosas de esas. Aprendías a hacer documentos tales como instancias, algunos certificados, cómo escribir cartas. Cómo trabajar con los márgenes, tabulaciones, espacio interlineal. Era divertido, con el segundo diploma me lo pasé muy bien.
El tercero era el peor. La cosa se ponía seria: velocidad. El objetivo último era conseguir 500 pulsaciones por minuto durante cinco minutos haciendo menos de cinco faltas. Una auténtica barbaridad. No sé si estás o estabas muy acostumbrada a las máquinas de escribir, pero el ruido que se hacía escribiendo a 500 pulsaciones era ensordecedor y como ibas a toda mecha el salto del carro lo hacías muy fuerte y a veces desplazabas la máquina.
Espero haber dejado el terreno abonado para cuando te cuente la segunda parte, en la que entro en detalles de cómo me fue, cómo era el cura y de cómo me desenvolvía en las clases. Será en Mis lecciones de mecanografía II.
Transcripción de un correo enviado por Yisas a Mar el 9 de febrero de 2012 a las 23:45 como parte de su casi perdida pero no olvidada costumbre diaria de dedicarle un buenosdiasloquita
Como ya habrás adivinado, la transcripción no es completa. Faltan unos breves comentarios cariñosos que había al final y que solían cerrar los buenosdiasloquita. Supongo que estarás de acuerdo en que no procede incluirlos en el texto del post. En todo caso creo que quedaría mejor como comentario y así lo haré. El siguiente comentario de esta entrada se corresponde con la coletilla amorosa.
ResponderEliminarTe quiero amor mío, te echo mucho de menos, pero ahora voy a soñarte con la felicidad de que cuando despierte me quedará muy poco para verte la cara linda que tienes.
ResponderEliminarEste que te quiere como a ninguna,
Tu Yisas.
Es curioso. Esta coletilla aunque tiene dos meses de antigüedad podría valer para hoy. Y para mañana. Y para pasado mañana. Y para el día después de pasado mañana. Y para el día después del día despues de pasado mañana...
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